Enorme expectativa por un
cartel que prometía en el papel. Al final el toro impuso sus designios y los
toreros marcharon sin poder descifrarlos…
No abordaremos el
asunto de la informalidad en la fiesta de los toros, que es como decir más de
lo mismo. El tema que nos ocupa versa sobre el cumplimiento de un compromiso
específico, de asumir una responsabilidad y resolverla como varón.
Cuando un torero o su
representante firman una corrida es para matarla; en el papel se especifica la
ganadería a lidiar, la participación o no de picadores y la presencia de
asistencias médicas y otros detalles conexos al espectáculo. Se estampa la
rúbrica, se cobra y el día de la corrida hay que descararse ante el negro, lidiarlo
con mucho o poco arte y despacharlo tal
la denominación de matador de toros que ostenta el profesional lidiador. Simple
razonamiento que no admite dudas ni vacilaciones.
En San Marcos, distrito
de la provincia ancashina de Huari, en el Callejón de Conchucos, el martes día
15 de octubre asistimos al segundo y último festejo en honor a la Virgen del
Rosario, patrona de aquel acogedor pueblo de benigno clima conocido como El Paraíso
de las Magnolias
.
Con toda la afición del
mundo, los señores mayordomos contrataron la plaza portátil La Macarena y
montaron una corrida con astados de ganaderías reconocidas como Roberto Puga,
San Sebastián, del señor Robinson Ayala, y Moyococha, del ganadero cajamarquino
Mario Andabak.
A pesar que había tres
toros que superaban los 400 kilos, el cartel no anunciaba la presencia de
varilargueros. Había que arrear y cuando saltó el 1° del señor Robinson Ayala,
con cuajo de toro, Emilio Serna aquietó los tendidos lanceando rodillas en
tierra. El bicho mostró celo y codicia pero después de un derrote quedó
inutilizado de la extremidad posterior. El 5°, de don Roberto Puga, rodó por el
albero durante casi toda la lidia y sólo en el último tramo el murciano pudo
extraerle muletazos sueltos entre sombras.
El matador de toros
colombiano Juanito Ortiz, que debutaba en Perú y el día anterior había
comparecido en Manizales cortando un trofeo, hizo un viaje relámpago pera
llegar a San Marcos, donde no las tuvo consigo primero ante un pájaro de San
Sebastián al que nadie fue capaz de pegarle un capotazo bueno. Los subalternos
prácticamente se taparon y el toro quedó crudo, sin banderillar y amo de la
plaza; y luego ante un complicado pupilo de Moyococha que se quedaba en las
suertes pero carecía de maldad. Ambos fueron devueltos vivos en medio del
desconcierto y la confusión de la gente…
El buen aficionado y
novillero limeño Luchito Herencia mató el gusanillo pero pasó la marimorena con
el acero y también hubo de escuchar los tres recados. Empero, gustó por su
entusiasmo y las maneras clásicas de expresarse delante de la cara del buen
ejemplar de San Sebastián.
Oficialmente la tarde
cerró sin orejas pero en la mañana de hoy el mayordomo señor Efraín Amado
Chávez nos confirmó que el trofeo de la corrida fue entregado en horas de la
noche al matador de toros Emilio Serna, en virtud a su buena actuación y al
hecho de ser el único espada que despachó a sus dos oponentes.
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