Raza y gran
actitud del torero limeño, que no necesitó de algún rabo para sustentar su
valía. El Zapata volvió a dejarse ver fácil y largo ante una corrida que
adoleció de clase y arrestos para embestir en el último tercio.
Lo
dijimos hace un par de días y hoy lo volvemos a sustentar. Los festejos
taurinos claman formalización y los estamentos tienen la responsabilidad de
coadyuvar a ese propósito, en especial los profesionales, que son actores y
protagonistas de la fiesta.
Nuestros
buenos deseos fueron a parar al trasto.
Ayer en Puquio un hombre de plata
paralizó el desarrollo de la corrida para pedir un rabo para su matador, cuando
éste no lo necesitaba porque tras una gran actuación donde a base de pundonor y
vergüenza torera se había ganado las dos orejas a ley, el público lo
aclamó y catapultó al podio de los
triunfadores. Hoy martes día 2 de junio el SITOPE se reunirá en Lima. Ojalá
tengan en agenda este tema, junto a los otros por los que vienen luchando, como
la inclusión de un torero peruano por tarde y el justo pago de honorarios de
acuerdo a la categoría de las plazas…
En
tarde soleada y de frío seco se lidiaron siete astados de San Pedro 1°, 5°, 6°
y 7° y Salamanca 2°, 3° y 4°, terciados y en general justos de acometividad y
raza, aculándose en tablas los más después de varas. Sin el tranquillo que da
emoción a todo lo que hace el torero, los coletas tuvieron que echarse encima
de los toros para buscar el triunfo. Los de Sebastián Vargas se movieron poco y
el 4° buscó las tablas. El cucutense le hizo faena allí porfiándole por ambos
pitones, tocando y obligando para que embistiera. Naturalmente ello tiene
mérito pero no transmite emociones porque el bicho careció de lo suyo. El
Zapata no vio claro a un Salamanca que pegaba cabezadas y se cruzaba para
coger. Al rajado 5° le pegó dos series de muletazos mostrándose superior. De
allí jugueteó con él en tablas hasta pasaportarlo con contundencia.
Lo
de Alfonso de Lima fue muy emotivo. El San Pedro salió con patas y el torero
puso el pecho y el corazón para lancear con el capote hasta los medios y
encender la plaza. El toro no tenía clase,
solo arrollaba. Eso no fue impedimento para que Foncho se metiera con él
y mostrara con planta firme y la seguridad de los que saben a lo que van, que
ha madurado y vendrán cosas mejores. Quitó de capote en el centro del redondel
y luego esperó muleta por delante al dubitativo sampedrano que embestía sin
ritmo ni claridad. Las series no fueron ceñidas ni perfectas pero la actitud
superior del torero sobre su enemigo nos transmitieron aquel indescriptible
sentimiento único e irrepetible del arte del toreo. El cenit llegó cuando se
perfiló sin muleta sobre el lomo para clavar arriba y hacer rodar al bicho sin
puntilla. Clamor en la plaza y el juez afloró los dos pañuelos, a los que se
añadió el rabo que un solícito banderillero puso en escaparate para que la
gente porfiara por él. Innecesario. Porque lo obsequiado por Foncho a la afición
prescindía de aditamentos cortesanos.
Los
organizadores declararon triunfador de la feria a Alfonso de Lima y como mejor
ganadería a San Pedro. Los partidarios del Zapata quedaron con los crespos
hechos porque tenían seguro que el tlaxcalteca lograría aquel título tras
acumular cinco orejas contra las dos que logró el torero nacional. Cosas de los
toros. Aquí el resultado artístico.
Sebastián
Vargas (Tabaco y oro) Estocada tendida, descabellos, palmas. Pinchazo, estocada
delanterilla, oreja.
Uriel
Moreno El Zapata (Palo rosa y oro) Estocada delantera y caída, silencio.
Estocada caída, dos orejas.
Alfonso
de Lima (Burdeos y oro) Estocada delantera y caída, pinchazos y descabellos,
división tras un aviso. Estocada en lo alto, dos orejas y rabo. Pinchazo, media
estocada tendida, descabellos, silencio.
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