Puerta grande y el trofeo de Puquio |
Sorteó el
mejor lote y con actitud y disposición sacó adelante la tarde y se llevó el
escapulario del Señor de la Ascensión. César Jiménez resucitó un toro y cuajó
la mejor faena de la feria. La corrida de San Pedro, sin llegar a ser buena,
sirvió y la tarde cerró en apoteosis.
Satisface constatar que
a cientos de kilómetros de Lima la afición por la fiesta de los toros va cuesta
arriba. La histórica Puquio, capital de la provincia de Lucanas, es uno de
aquellos renacientes emporios donde la fiesta bulle en el alma de sus poblanos.
El último fin de semana, su plaza de toros Antonio Navarro atestiguó dos llenos
de bandera y los festejos iniciaron a la hora señalada, con dos buenos carteles
y una
presidencia a la que habría que
espetar altibajos diametralmente contradictorios en sus decisiones. Pequeño
detalle a subsanar la próxima temporada.
Ayer la corrida de San
Pedro saltó floja y con fuelle sólo hasta las banderillas, excepto los corridos
3° y 6° que tuvieron más arrestos y tal vez el 4°, que predecía pero malogrado
de una de las manos tuvo que ser apuntillado en el albero. El Zapata volvió y
muy a su aire hizo el toreo de efectos. Capoteó y banderilleó alegrando al
público pero la sosería del 1° le impidió redondear en el último tercio; a más
de la mala suerte con el 4°, que se partió la mano cuando la faena estaba en su
cota más alta.
El 2° fue un marmolillo
que hacía extraños y no se dejó banderillear, esperando para cazar. En la
muleta tampoco tuvo nada y César Jiménez, después de intentarlo con majeza, lo
despachó con hidalguía. La sorpresa llegó con el 5°, uno descompuesto que tras
banderillas quería irse de la plaza. El madrileño le vio alguna posibilidad y
brinda a plaza llena. Los primeros muletazos son de tanteo y con mucha sutileza
para no enervar los caldeados ánimos del bicho. El torero apenas se mueve y
sólo juega los brazos con la muleta a media altura; de a pocos el animal se
alivia, baja sus ímpetus y al sentirse sometido va tras el trapo al que nunca
topa ni engancha. Jiménez luce calmo, reposado y hay momentos en que se le ve
relajado y toreando muy pero muy despacio, -que en tauromaquia es lo más
difícil de alcanzar-, como los grandes maestros. Se adorna, expone, encela y se
va del toro con gran torería. Una clase magistral de temple y conocimiento que
jamás olvidaremos…
Lo de Alfonso de Lima
es para resaltar. Vino a una sola tarde y él mismo se inventó su buena suerte.
Con gran actitud y resolución resolvió la papeleta en aras del triunfo que
llegó como premio al esfuerzo desplegado en la arena. Tuvo el mejor lote y lo
aprovechó desde el capote, toreando y rematando las verónicas conforme los
cánones. En la muleta doblándose por bajo y llevando toreado al burel; luego
las series con la derecha, especialmente con el 3°, que fue el del triunfo, y
con gran resolución en la suerte suprema, donde le faltó envainar en el sitio
-que ese fue su punto flaco en ambos toros-; detalle que no tomó en cuenta la
presidencia al otorgarle los trofeos del 3°.
Ficha. Plaza de Toros
Antonio Navarro. Domingo 17 de mayo de 2015. Tarde soleada y plaza llena.
Corrida de Toros. Reses de San Pedro de buena presentación y escaso juego. El
Zapata (Mandarina en azabache) Estocada trasera y desprendida, palmas en el
único que estoqueó y vuelta al ruedo en el que fue apuntillado tras partirse la
mano. César Jiménez (Verde esmeralda y oro) Tres cuartos de estocada contraria,
descabellos, palmas. Estocada desprendida, descabello, palmas. Alfonso de Lima
(Celeste y oro) Estocada baja, dos orejas. Estocada baja, pinchazo, estocada
tendida, silencio.
(Desde Puquio, Ayacucho, textos y
fotos de Juan Medrano Chavarría)
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