En la placita
del Círculo Social La Unión de Cotahuasi, se corrieron cuatro ejemplares
colombianos de Juan Bernardo Caicedo y dos de San Simón, en general bien
presentados pero carentes de bravura. Alfonso de Lima triunfó con el único
bravo del encierro junto al murciano Emilio Serna que también tocó pelo. Más de
dos mil aficionados se agolparon en el pequeño escenario para disfrutar del
festejo que fue todo un acontecimiento…
Un placer inolvidable reencontrarnos
con aquella majestuosa ciudad que es Arequipa, de rancio abolengo,
impresionante arquitectura en sillar y baluarte de nuestra identidad,
convertida hoy en
la metrópoli más importante después de Lima. Allí sus
picanterías resisten estoicas la oleada gourmet de nuestra gastronomía y
ofrecen sus tradicionales platillos a los ocasionales. Después de disfrutar de un sabroso rocoto
relleno y el infaltable pastel de papa, asentados con la refrescante chicha
mistiana, enrumbamos pasado el mediodía a la placita de toros de la variante
Uchumayo, donde por primera vez en su historia se daría un espectáculo cruento
con seis astados de casta.
El escenario es un
albero de reducido diámetro con graderíos para dos mil espectadores. A las tres
de la tarde el sol resplandece en el cielo límpido y media hora después los
pequeños tendidos lucen rebosantes de gente. Cincuenta soles es el costo del
boleto que la gente paga sin inmutarse para ver una corrida que no se daba
desde los tiempos de la desaparecida plaza de toros de Miraflores.
El ambiente es
bullicioso y de mucho colorido. Resuena en el aire la música de Los Pukas;
muchos van de blanco calzando vistosos sombreros de paja y paño y botas de
cuero recio. En efusivo encuentro se estrechan la mano viejos y jóvenes
ganaderos de las renombradas provincias de Castilla, Cotahuasi y Cailloma, cuna
de criadores de toros bravos. Suena el clarín y un alguacilillo impecablemente
ataviado aparece en el redondel…
Fue una corrida de esas
de las llamadas duras. Los toros colombianos, a pesar del castigo en varas,
tuvieron fortaleza y se fueron a más pero para complicarle la vida a sus
lidiadores, midiendo y arrollando más que embistiendo humillados, salvo el 4°,
un precioso jabonero que tuvo nobleza y cuando se lo propuso tomó por abajo la
muleta; y el 6°, un negro bravo que lastimosamente saltó malogrado de la pata
derecha. Los de San Simón adolecieron de fijeza y anduvieron muy a su aire
desentendiéndose de los engaños.
Al colorao que abrió
plaza Cristóbal Pardo lo aprovechó en cuatro lances que remató con un vistoso quite
a una mano. En la muleta el bicho optó por las tablas y cuando fue pa’lante
arrollaba defendiéndose. Con el 4° la historia pudo ser distinta; había que
meterse mucho con él desde el inicio, pues cuando no veía engaños ni iba
embebido optaba por la querencia. Entonces Cristóbal optó por el uno y uno y
los derechazos fueron aprovechando el viaje del animal. No lo intentó por el
otro pitón y el asunto quedó allí.
El expediente de Emilio
Serna fue el más difícil de resolver. Ambos astados de Caicedo tuvieron poder y
peligro y ninguno le facilitó siquiera una tanda. El 5°, más hecho y cuajado, sacó
fondo y malas maneras a pesar de los dos puyazos del Toto. Los arreones eran
sabiendo lo que había detrás y las coladas presagiaban lo funesto. El torero
aguantó lo que pudo su humanidad y tras pincharlo fue contundente en el segundo
intento. Cobró una oreja que no paseó porque un sector de la plaza la protestó.
Alfonso de Lima tuvo
entre manos el lote de la tarde y lo aprovechó con inteligencia, porque es un
torero que no da concesiones, tiene actitud y he allí el meollo del asunto. Al
de San Simón que hizo 3° lo recibió con una larga y los lances a la verónica
tuvieron mucha garra. En la muleta el animal se movía sin clase y suelto; el
limeño no se amilanó y plantándole cara le arrancó derechazos que si bien no
estéticos, logrados con mucha perseverancia y valorados por el público. Al 6°
lo toreó más a gusto y el remate con que abrochó los quites fue verdaderamente
sensacional. Mucha quietud con la mano derecha, embarullándose algunas veces, pero
disfrutando la nobleza del toro. De hecho, el defecto de locomoción que traía
el animal y el doblar en la arena un par de veces, restó valor al indulto que
finalmente el juez concedió, pero incontestable la voluntad y las ganas de
triunfo que mostró el torero en toda su actuación.
Ficha. Domingo día 6 de
diciembre de 2015. Tarde soleada con plaza llena. Corrida extraordinaria por la
Virgen del Chapi. Seis ejemplares de don Juan Bernardo Caicedo y San Simón.
Cristóbal Pardo (Verde Esperanza y Oro) Dos pinchazos, estocada delantera y
caída, palmas. Estocada caída, palmas. Emilio Serna (Nazareno en Azabache)
Estocada desprendida, palmas. Pinchazo y estocada delantera, oreja. Alfonso de
Lima (Celeste y Oro) Estocada caída, oreja. Rabo y dos orejas simbólicos.
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