Que se llevó
el Escapulario del Señor de los Milagros al cortar cuatro orejas y salir por la
puerta grande del coso bajopontino. Don Roberto Puga volvió a presentar una
corrida sin trapío y escasa de fuerzas. A Enrique Ponce el triunfo le fue
esquivo, pero su depurada técnica y gran dominio estético de la escena, hicieron
retumbar los viejos machones de Acho…
Fue una tarde tibia más
que calurosa. El sol asomó al inicio del paseíllo para dar brillo al desfile
ceremonial de una corrida de epílogo clamoroso, donde un torero peruano rozó la
gloria tras desbrozarse en fresca y renovada tauromaquia en aquel histórico
foro que es nuestra más que bicentenaria plaza de toros de Acho.
Como editorializamos en
Fiesta
Brava N° 70, “Andrés y la Gloria de Madrid”, y “Andresito”, en Fiesta
Brava N° 71, la joven promesa, convertida hoy en grata realidad,
reeditó en Acho la gran dimensión de su toreo, en dos faenas que supusieron un
auténtico compendio de conocimiento y espontaneidad, ante un público, su
público, que lo esperaba para verificar in situ las hazañas que lograba en
ruedos europeos.
De las tres faenas la
que más nos impactó fue la que realizó al 6°, un animal que valía nada y al que
realizó variadísimos quites confiando más en su poder que en las misérrimas
condiciones del toro. Tras un par de muletazos asido a la valla echó rodillas a
tierra y en terrenos comprometidos lo toreó haciendo remecer la plaza. Aquello
fue corto pero muy intenso, y la gente lo valoró porque el toro no predecía cosas buenas y además, en
otras circunstancias, no había razón para jugársela, con dos orejas en el
esportón y asegurada ya la puerta grande.
Lo del maestro Ponce
fue como volver a proyectar en el ecran la misma gran película; es decir, el
mismo escenario, la misma tarde y con el mismo toro… Eso sí, con un gran amor propio
para buscar el triunfo rotundo que esta vez se le fue de las manos. El juez no
fue generoso con él y además, había allí un chaval que exhalaba aire fresco por
todos lados.
Pena la paupérrima
presentación del ganado, que esa fue la tónica también de las corridas
españolas. Esta vez Acho ni se inmutó, pero la gente abandonó el coso
convencida que le habían metido la mano al bolsillo. Mal precedente luego que
los falsos animalistas dieran luz verde a la Ley de Protección de los Animales.
Cuando esto se acabe, y ojalá no sea pronto, pocos o nadie saldrán a las calles,
porque tienen la certeza que el negocio de los toros es cosa de vivos; como
ocurrió en Trujillo, cuando se tumbaron la plaza y apenas cuatro gatos
pretendieron impedirlo…
Ficha. Domingo 29 de noviembre 2015. Tarde soleada con plaza
rayando en lleno. Reses del señor Roberto Puga, terciadas y escasas de bravura;
el 3° devuelto por impresentable y reemplazado por un ejemplar del ganadero
colombiano Juan Bernardo Caicedo, de buen juego. Enrique Ponce (Sangre de Toro
y Oro) Dos pinchazos, dos descabellos, palmas. Estocada caída, oreja. Tres
cuartos de estocada caída, saludos. Andrés Roca Rey (Turquesa y Oro) Estocada
trasera y tendida, dos descabellos, palmas. Estocada delantera y desprendida, dos
orejas. Estocada delantera y tendida, dos orejas.
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